

Si algo me maravilla de las grandes ciudades es la diversidad, ver en un mismo vagón un montón de razas mezcladas, que olvidando religiones, prejuicios e ideologías, se dirigen (sentados o de pie) hacia una misma estación... Cada uno en su mundo: yo leyendo a Javier Marias, tú escuchando a Medina Azahara, él frunciendo el ceño porque dejó el paraguas (y dice la prensa que va a llover), ella moviendo las piernas porque va retrasada, una parejita que se besa por allí, mientras unos chavales (entre risas estruendosas), intercambian sus planes para el puente por acá... Y durante el trayecto todos nos miramos, sin vernos... Nos oimos, sin escucharnos... Nos rozamos, sin conocernos... Nos bajamos sin darnos cuenta, que somos iguales, siendo tan distintos (no hay tiempo que perder en tales pequeñeses)...